sábado, 26 de diciembre de 2009

Cabaña Verónica Acopling

Aprovechando que el día de Navidad cae en viernes este año, y que en Nochebuena nos dejan escaparnos del curro a media mañana, hemos decidido pasar unos días familiares en Asturias.
Entre tabletas de turrón, regalos y ropa, disimulo los crampones y el piolet.

-- Pero, ¿dónde vas con eso?
-- Hombre Churri, ya que subimos para allá, habrá que aprovechar para darse un paseo por la nieve...

Así que llegamos justo para cenar en Nochebuena, pasamos el día de Navidad en familia disfrutando de la ilusión de los niños con los regalos de Papá Noel, y el sábado 26 salgo bien prontito para coger el primer teleférico a las 10:00.
En el parking ya hay varios vehículos. Echo un vistazo rápido, y elijo a mis víctimas de acople: dos chavales, un vasco y un madrileño, que han pasado la noche en una berlingo de la que sale una espesa nube de humo al abrir las puertas.
Les explico que no conozco nada, que estuve hace años en verano en plan dominguero dando una vuelta por las inmediaciones del Cable, y que no me gustaría perderme entre las frecuentes nieblas que según he leído se forman por allí.

-- Nosotros vamos a Cabaña Verónica. Si te viene bien ...
-- ¡Me viene que te cagas!

Nada más salir de la estación flipo con las primeras vistas.


Mis compis de ruta van con mochilón de a 20Kg. Van a pasar la noche en el refu, y hacer un par de Picos al día siguiente. Yo llevo sólo una mochilita con la botella de aquarius, el bocata, y la chupa, pero como no llevo raquetas, en seguida encontramos un ritmo cómodo para todos.
De todas maneras, como lo más probable es que no pueda seguirlos, me conformo con mantenerlos en la visual y seguir su huella.

-- Si no puedo seguiros, no os preocupeis por mí que me doy media vuelta.


De momento no hay por qué preocuparse: el día está radiante y hay excursionistas por todas partes.
Algunos van con skis por la parte de arriba, pero me comentan que es mejor que vayamos por la parte de abajo por si hubiera algún desprendimiento.







De repente, el madrileño empieza a encontrarse mal. El muy bruto se ha venido todavía convaleciente de un buen trancazo y le está dando un pajarón en toda regla.


El mochilón no le ayuda nada, y las pendientes le están haciendo sufrir.







Al ver que llevamos gente cerca, el vasco decide adelantarse, no sea que el grupo también tenga intención de pasar la noche en el refu y se queden sin sitio.
Al llegar a la vueltona, yo decido calzar crampones mientras el otro chico recupera el aliento.







Una última cuestecilla y ya estamos...



Había leído algo acerca de la historia de Cabaña Verónica, y sabía que era una cúpula de un portaaviones que desguazaron, pero aún así uno se queda maravillado cuando lo ve.
Todo el que pasa por allí no puede evitar la curiosidad de echar un vistazo al interior. Para mí es el refugio más singular de nuestra geografia.



Y no es que sea confortable para nada...¡pero mola!
Cuando llegamos,el bueno de Xavi ya había puesto nieve a fundir, y en seguida nos sirvió un te calentito con un chorrito de ron con miel que estaba rico rico.






¡Joder! ¡Pero como no iban a pesar esas mochilas como muertos, si llevaban botellita de aderezo, cazuela de las de batería de cocina de toda la vida, y cosas así!
Aprovecho el descanso para comer algo mientras extienden los sacos y se preparan un poco de pasta, y les comento la mucha envidia que me dan.

-- Quédate tio, tenemos comida de sobra y te puedes tapar con las mantas.

¡Más quisiera yo hermosos! Pero si no aparezco esta noche en casa de mis suegros, mi mujer igual llama al 112 ...
Así que ale, un intercambio rápido de direcciones de correo electrónico, y a volverse por donde he venido que parece que vienen nubes.
Un último vistazo a la bella estampa del Tesorero , y me despido prometiéndome a mí mismo volver para pasar una noche allí y subir a ese magnífico pico.

La vuelta se me da mejor de lo que pensaba, y llego bastante antes del último teleférico. Aún así, me alegro de que no me hayan pillado esas nubes que se acercan por Peña Remoña.




Volví a contactar con el chico de la pájara, y me contó que el pobre pasó una noche terrible, con escalofrios.
Le había visto sufrir , pero tiempo después le vería triunfar como un campeón subiendo como un cohete a Monte Perdido y El Cilindro.

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